Celebramos la Jornada por la Vida
Esta mañana hemos celebrado la Jornada por la Vida coincidiendo con el Día de la Encarnación de Nuestro Señor.
Con tal motivo, los alumnos los han llevado diversas actividades, entre las que han destacado la suelta de globos, los bailes de celebración o la lectura de un manifiesto. Precisamente, les hacemos partícipes de este manifiesto a través de las siguientes líneas:
«Hoy celebramos la Jornada por la Vida con el lema, “La luz de la fe iumina el atardecer de la Vida”. Este año hacemos una llamada: “Por un mayor cuidado y amor a nuestros enfermos y ancianos” que están viviendo su última etapa de esta vida.
Los abuelos de hoy son los que dieron la vida a nuestros padres y los cuidaron, de la misma manera que a nosotros nos cuidan hoy.
Nuestros abuelos son auténticos depósitos de sabiduría y tienen mucho que aportar a la familia.
La luz de la fe en Cristo resucitado nos ayuda a descubrir en plenitud el sentido de esta etapa de la vida, que a veces puede resultar larga y dolorosa. Debemos tener en cuenta que la vida en este mundo es el camino a la eternidad, y que el anciano ya ha recorrido un largo trecho. Aunque parezca que el anciano no tiene futuro, pero la luz de la fe nos muestra que la vejez es una nueva etapa del recorrido vital, con sus luces y sus sombras, y que la muerte es el paso al encuentro con Cristo y, con su gracia, a la vida definitiva y en plenitud. La vejez se puede considerar una etapa más del camino por el cual Cristo nos quiere llevar a la casa del Padre. Y cuando la persona anciana se siente cansada, y piensa que ya no sirve para nada, y siente la tentación del abandono o de la desesperanza, debemos ayudarle a reencontrar el sentido de su vida. Esta vida es siempre valiosa y hermosa a los ojos de Dios. Y así lo es también a nuestros ojos, si realmente hemos conocido el amor. Hemos de ser muy conscientes de que el peor problema de los ancianos es la soledad. Por eso decía Cicerón que el peso de la edad es más leve para el que se siente respetado y amado por los jóvenes.
Dios es ante todo Dios de vivos, Señor de la Vida. Jesús nos aseguró que había venido para que con Él y en Él tuviéramos vida, vida verdadera, vida plena y eterna.
La Iglesia siempre ha estado junto a los ancianos y enfermos ayudándoles a recorrer esa última etapa de nuestro peregrinar por este mundo. Ofreciéndoles ayuda material y espiritual, compañía y consuelo. Además, la Iglesia es consciente de que los ancianos, cada uno en la medida de sus posibilidades, tienen una misión que cumplir.
En esta Jornada por la Vida encomendamos a las personas ancianas y enfermas a la protección maternal de María. Ella es Salud de los Enfermos, Estrella de la Mañana, Causa de nuestra alegría y Puerta del Cielo. Que sepamos aprender de Ella el amor a toda vida humana, especialmente a la más débil y necesitada.»